¿Qué es Singularia?
Singularia es un blog curioso sobre viajes curiosos escrito por un curioso empedernido de nombre Sergio García i Rodríguez, quien aquí te saluda.
Es también un divertimento textual que nació casi por casualidad en 2019 como cuaderno viajero, y que hoy quiere ser algo así como unas gafas exploradoras y preguntonas siempre listas para usar por quienes disfruten viajando… tanto como leyendo.
Y, para que puedas calibrar si estos lentes pueden aportarle algo de lucidez o de disfrute a tu ruta, aquí tienes más de información sobre lo que —espero— verás a través de ellos.


EN SINGULARIA ENCONTRARÁS
lugares singulares
—de ahí el nombre—,
rincones remotos del mapa,
y bitácoras variopintas.
Muchas más letras que selfies,
muchas más preguntas que checklists,
muchas más invitaciones que obligaciones,
mucho más mestizaje que verdades absolutas,
mucha más calma que aglomeraciones.
Y, cada año, un nuevo calendario viajero.
EN SINGULARIA, VIAJAR ES
pasear con o sin rumbo
—por tu barrio o por las Lofoten—,
flanear,
detenerse cuando se tercie, sin culpa,
ir sin prisas,
poc a poc i bona lletra,
hacerlo a fuego lento
para que sepa mejor.
Y también, por supuesto:
leer uno de esos libros que te teletransporta,
ver una de esas películas que te lleva lejos,
embobarse en un museo, ante una fachada (o varias), o embarcando en un viaje ajeno.


EN SINGULARIA SE IDOLATRAN PEQUEÑOS GUSTITOS VIAJEROS COMO
el vapor mágico de los géiseres del Tatio al amanecer,
el silencio de las ocho de la mañana en la Explanada de las Mezquitas,
el olor de un espresso en Milán y el de los naranjos en Sevilla,
el olor de la historia del Café Brasileiro de Montevideo,
el traqueteo del tranvía serpenteando por Río de Janeiro,
la sonoridad de los nombres de las calles de Reikiavik: Þorfinnsgata, Fjölnisvegur, Bergþórugata…
las puertas del Eixample y todo lo que el modernismo parió,
la luz del mediodía sobre los azulejos de Lisboa,
la luz de media tarde que se cuela entre los cerros de Valparaíso,
una siesta tonta en una playa de Creta,
un atardecer ventoso y solitario en el Cabo Polonio,
otro suave y feliz en el Priorat —copa de vino en mano—,
el sol de medianoche en Islandia (y los anonadamientos al verlo).
EN SINGULARIA SE AÑORA Y REIVINDICA
los aeropuertos en los ochenta
—cuando no eran todos iguales—,
Kapuściński y Benedetti,
los cuadernos de viaje pintarrajeados,
El gran bazar del ferrocarril,
los mapamundis rescatados de los mercadillos de segunda mano,
todos los atlas —incluso aquellos en los que aún aparecen Yugoslavia y la URSS—,
la Barcelona preolímpica,
las aduanas amistosas,
los vagones restaurante,
un mundo sin franquicias,
los viajes sin cobertura,
una tarjeta de embarque impresa.


RESUMIENDO: EN SINGULARIA SE VIAJA —Y SE VIVE, SI ME APURAS—
por el hedonismo,
por la belleza,
por los pequeños-grandes detalles,
por la diversidad,
para aprender,
para cuestionarnos,
para ser felices,
respetando y cuidando, siempre, lo que se ve y transita.
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