Le habré manoseado la cabeza unas doscientas veces, por aquellos años mozos en que anduve de Erasmus en Mons, en la región de Valonia. Y como yo, tantos otros. Porque pese a su gesto travieso y su pose curiosa, el mono más famoso de Bélgica no se ha movido demasiado en los últimos siglos.
Y, además, se deja querer y toquetear. El Petit Singe (‘pequeño mono’) de Mons forma parte de esa familia de estatuillas de hierro que, colocadas por medio mundo, se convierten en amuletos para locales y pasajeros. Y que hay que tocar sí o sí. Eso le pasa a este simio amigo, que forma parte de una familia férrea, la belga, prolífica y de tradición punk, con los megaconocidos hermanos Pis (Manneken y Jeanneke) mojando los callejones de Bruselas.
Pero ¿de dónde salió el mono de Mons? Algunos defienden que es la obra de un maestro de la forja de finales del XV. Otros, que lo descubrieron en una de taberna escondida en los sótanos del ayuntamiento que habría desaparecido a finales del XIX… Sea como sea, el Petit Singe está al lado de la puerta del consistorio de la ciudad desde –como mínimo– 1843.
No mide más de cuarenta centímetros pero, obviamente, está al día de todo lo que pasa en la Grand Place de Mons: de las macrofiestas del Doudou, de las familias que pasean, de las entradas y salidas del alcalde, de los Erasmus que vuelven a casa después de encervezarse… y de todo lo que le ha ido ocurriendo a esta ciudad discreta y amable –guerras mundiales, el apogeo minero del sur de Bélgica, la decadencia posterior, la capitalidad europea de la cultura en 2015...– en los últimos decenios.
Un fiera, el mono de Mons, vaya.

