Geometrías remotas: 15 fronteras enigmáticamente rectilíneas

Tanto como me gusta vagar y deambular por una trama urbana, me pirra hacerlo por un mapa. Desde que tengo uso de razón digital, merodear por Google Maps se convirtió en uno de mis pasatiempos predilectos. De costa a costa, de cabo a golfo, de ciudad en ciudad, ¿cuántas horas habré podido pasar flaneando cartográficamente? Pues muchas más que en un avión, seguro.

Y con tanto surfeo por el mapamundi, con tanto acercarme y alejarme de los rincones más inverosímiles, con tanta ruta táctil arriba y abajo, lo cierto es que he acabado atravesando un sinfín de recovecos fronterizos que nunca habría imaginado que existieran.

Porque todos sabemos que el mapa político del mundo se rige por límites determinados por alguna razón, pero en ocasiones las fronteras son tan cirujanamente rectas –y esconden tantas historias, complejas y azarosas– que desconciertan y fascinan. Mucho.

Y como curzarlas es simplísimo en Google Maps, abrocháos los cinturones, que aquí empieza un safari digital por 15 fronteras que, además de ser muy remotas, son también enigmáticamente rectilíneas.

1.Wyoming, ese rectángulo enorme

Un vistazo al mapamundi lo deja claro: entre Estados Unidos y Canadá está la frontera recta más larga del planeta. Pero menos obvio resulta que, a escala interna, ambos países reproducen la misma rectitud en los límites entre sus estados y provincias, respectivamente.

Y en ese marco, el summum de lo recto es Wyoming: un rectángulo perfecto en el que cabe parte del parque de Yellowstone y que mide casi la mitad que España. Más allá de eso, poco sucede por aquellos lares, pues con su algo más de medio millón de habitantes es el estado menos poblado del país.

2. Colorado, ese casi rectángulo más enorme aún

Casi tan rectangular pero más sureño, más conocido y 16.000 kilómetros cuadrados más grande que Wyoming es el vecino Colorado, cuyo costado oeste queda también atravesado de arriba a abajo por las Montañas Rocosas.

Pero ¿por qué tanta rectangularidad? Básicamente, porque los estados del lejano Oeste fueron diseñados a distancia desde el Congreso de Washington, en la segunda mitad del siglo XIX, usando marcas de latitud y longitud en lugar de referencias geográficas.

El resultado fueron nuestros dos estados rectangulares, varios otros más con bordes totalmente rectos y algún que otro desajuste de apenas unos centenares de metros –solo visible si nos acercamos mucho– causado por la ausencia de GPS en la época…

3. Oklahoma: un rectángulo parabólico en el extremo

Vecino suroriental de Colorado es el también fantásticamente geométrico –al menos en su parte norte– estado de Oklahoma. Porque los casi 200 por 50 kilómetros de su inverosímil extremo noroeste, además de estar rodeados de ciudades cuyos nombres podrían ser tranquilamente de filtros de Instagram–Perryton, Stratford, Amarillo– ocupan una superficie perfecta y alargadamente rectangular.

4. Jordania-Iraq-Arabia Saudí: la arbitrariedad de las líneas en la arena

Más conflictivas que las de Oklahoma o Colorado son las fronteras de Oriente Medio, que –no obstante– son igualmente herederas de líneas trazadas a distancia, desde lo ajeno y sin consideración por la realidad sobre la que se impusieron. El fantástico documental de Aljazeera Sykes-Picot: Lines in the Sand profundiza en su origen, asociado a la arbitrariedad interesada de ingleses y franceses en 1916.

Una arbitrariedad que, por supuesto, dio pie a formas geométricas rebuscadas y recónditas, que combinan ángulos rectos y agudos en medio de la nada, como sucede en la frontera entre Jordania (izquierda), Iraq (derecha) y Arabia Saudí (abajo).

5. Omán y su ángulo de (casi) 90º

Un paseo cartográfico por la zona en que confluyen Yemen, Omán y Arabia Saudí no revela demasiados hitos interesantes, pero sí el mayor ángulo (casi) recto de toda la península arábiga.

Es el que forma la esquina noroccidental de Omán en mitad del desierto, y es un ángulo relativamente joven: hasta 1992 Omán y Yemen no acordaron su frontera exacta.

6. Un ángulo llano en Asia Central

Un año más tiene –internacionalmente– la frontera entre Uzbekistán, Kazajistán y Turkmenistán, cuyos bordes confluyen en el centro de un salar que, a efectos prácticos, tiene el mismo valor que el desierto a la hora de delimitar territorios: nulo.

No obstante, este llano e ignoto encuentro entre repúblicas centroasiáticas nos deja un (casi) ángulo llano y dos ángulos (casi) rectos.

7. Festival rectilíneo en el Sáhara oriental

Menos llamativo y lamentablemente más conocido es el carácter rectilíneo que los estados europeos impusieron sobre África y sus fronteras en la infame Conferencia de Berlín en 1885, que cuarteó al continente y arrasó con sus estructuras de organización sociopolíticas tradicionales previas.

En el Sáhara, de nuevo la arbitrariedad dispuso límites inverosímil y exactamente rectos, como el ángulo recto que forma la frontera Libia respecto a Egipto y Sudán, o el zigzagueo cirujano en el que también está metido Chad.

8. Mauritania y su exotismo rectilíneo

Pero si hay un país africano con una silueta geométricamente singular, ese es Mauritania. Por el sur, los ríos Senegal y Karakoro modelan una frontera natural que, en el norte, el desierto convierte en un seguido de líneas rectas de casi un millar de kilómetros, un pseudotriángulo rectángulo, un par de ángulos rectos y más y más rectas de longitudes variopintas. Todo ello da pie a un país que dobla en tamaño a Francia o España, pero que es el hogar de poco más de cuatro millones de personas.

9. La frontera de Gambia: equidistancia fluvial

Al Sur de Mauritania e inserta por completo en Senegal está la pequeña Gambia. Un país que, en términos geográficos, es un envoltorio de los últimos 200 kilómetros del río Gambia, que lo articula y le da sentido.

Y, si el recorrido del final del Gambia fuesen rectos, cabría esperar que las fronteras del país también lo fueran –como sucede cerca de la desembocadura–. Pero como, en un punto concreto, el río empieza a serpentear, también lo hacen las fronteras de Gambia respecto a Senegal, que a unos 10 kilómetros a lado y lado del río van zigzagueándose en la equidistancia. Un caso bien curioso.

10. Namibia y Botswana: mitad y mitad

Sin salir de África y bajando un par de miles de kilómetros, aparece otra frontera azarosamente recta: la que divide a Namibia y Botswana.

Una frontera que, de hecho, parece haber dividido una misma franja de unos 80 kilómetros de anchura de sabana en dos y haberle atribuido a Namibia el norte y a Botswana el sur.

11. De nuevo Namibia y su franja interesada –y fracasada–

Sin salir de Namibia nos fijamos ahora en la recta franja de Caprivi, un brazo de 32 kilómetros de ancho que separa a Angola y Zambia de Botswana para acabar casi tocando, con la punta, a Zimbabue.

Una franja que, obviamente, de casual tiene poco, pues responde a un interés muy concreto: darle a Namibia acceso al río Zambeze. Porque, en su momento, a finales del siglo XIX, eso equivalió a que la entonces colonia de África del Sudoeste Alemana tuviese control marítimo del Atlántico y vía fluvial –mediante el Zambeze– para acceder al Índico.

La gracia de todo es que el gozo alemán cayó en un pozo cuando, poco después, se dieron cuenta de que las cataratas Victoria eran un escalón insalvable para cualquier barco.

12. Rectas fronterizas entre Bolivia y Mato Grosso

Y en Sudamérica, ¿también hay fronteras rectas? Pues por supuesto.

Es cierto que la orografía sudamericana es mucho más accidentada que –por ejemplo– la africana, pero entre Bolivia y el estado brasileño de Mato Grosso encontramos una de ellas.

En realidad se trata de unos terrenos pantanosos donde, a decir verdad, parece acontecer más bien poco. Quizás por ello la frontera se vuelve recta en ese punto, generando un ángulo casi recto y de repente –ahí sí que viene la gracia– un casitriángulo rectángulo cuyo lado más largo mide unos 40 kilómetros.

13. Fuego recto entre Argentina y Chile

Algo más compleja y entretenida es la frontera tierrafueguina entre Chile y Argentina. Si en el continente los Andes marcan a la vez el límite jurídico entre esos dos gigantes alargados cosidos por su espalda, en la Tierra del Fuego, la división por la mitad que rige la isla implicó que la frontera atraviese también cerros y montañas.

Una decisión geométricamente salomónica por la cual ambos países se reservaban el control prioritario de ‘su’ vertiente oceánica.

14. Islotes repartidos en el medio de Australia

Precisamente es oceánica la frontera que divide a Australia Occidental de sus regiones vecinas.

Se trata de un estado tan grande que, si fuera independiente, sería el décimo país más vasto del planeta. Y con esas dimensiones y teniendo en mente que su frontera atraviesa un desierto, cabe esperar que la recta que la forma sea larguísima.

Cortándola está el lago Mackay, que en realidad es una masa salada rellena de valioso potasio y flotado de islas. Y lo realmente curioso es que el corte es tan exacto que, a lado y lado de la frontera, incluso rebana los islotes. Y, así, todos contentos.

15. ¿Y en Europa?

Comparada con la del resto del globo, la cartografía europea muestra por su comprimida geografía y los avatares de su historia una complejidad geométrica evidente. Y, en ella, encontrar rectas es algo casi imposible.

De hecho, el único lugar donde he acabado encontrando una mínimamente aceptable es de los pocos parajes donde la orografía le da un respiro a Europa –los Países Bajos–, y lo cierto es que la dimensión de dicha recta es irrisoria: apenas 20 kilómetros de trazo derecho enfrentan a Emmen y Meppen, a Alemania y Holanda.


¿Qué te parece este tour de fronteras rectas? ¿Conoces alguna otra en la que valga la pena fijarse? ¿Quieres más?
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Publicado por Sergio García i Rodríguez

Me llamo Sergio García Rodríguez y nací en 1990 en Canovelles, Barcelona. Soy un explorador compulsivo al que le encanta perderse investigando, leyendo y —sobre todo— escribiendo sobre (re)descubrimientos viajeros, la ‘cara B’ del mundo y sus curiosidades. Y para contagiar todo ese ímpetu eché a andar este blog, en 2019.

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