En la plaza del Mercado Viejo de Poznan –la tercera en tamaño de Polonia— hay una ciudad entera en su interior, fachadas de centenares de colores y mucha, mucha historia.
Llegué a Poznan un viernes de agosto de 2012, tras tres horas recorriendo autopistas recién inauguradas a bordo de un autobús polaco también novísimo. Venía de Berlín, donde estaba estudiando alemán durante aquel verano, y se notaba que, a Polonia, entrar en la Unión Europea le había supuesto un lavado de cara estupendo.
Y eso, a Poznan, solo le podía sentar bien. Porque las ciudades polacas –en realidad, como todas las centroeuropeas– tienen las espaldas atiborradas de medievo, de historia, y de un patrimonio arquitectónico notabilísimo al que hace falta muy poco para llamar la atención.


La plaza del Mercado Viejo de Poznan es un de las más coloridas de Europa –si no la que más–.
Imágenes de A. Savin y de SuperGlob, bajo licencia CC-BY-SA 3.0.
Así me lo corroboró mi acercamiento a la quinta mayor urbe de Polonia, que comenzó por donde late, empieza y acaba la vida de cualquier ciudad: su plaza mayor. Y pese a que mi conocimiento previo sobre Poznan era escaso –o quizás por esa misma razón–, la Stary Rynek, ‘la plaza del Mercado Viejo’, rompió mis esquemas por dos motivos: la inmensa cantidad de elementos y edificios que contiene –sí, dentro– y la infinita y genial paleta cromática que le da vida.
Una ciudad dentro de una plaza
A simple vista, ya la plaza del Mercado Viejo de Poznan es peculiar. No por su forma, que es un cuadrado enorme, de unos 140 metros de lado, sino porque dentro de su perímetro –como si fuera una isla rodeada de fachadas que la observan– hay una manzana de edificios y callejuelas rodeada de una infinidad de elementos variopintos.
Por un lado, está el Ayuntamiento renacentista de la ciudad –que, por cierto, parece una especie de preciosa tarta de cumpleaños cúbica–, del año 1570. Contrapuesta a él se erige la Galería Muncipal de Arte Arsenal –una mezcla de arquitectura racionalista y neoclásica–. No falta, entre ambos, el Museo Regional Militar de la Gran Polonia. Y también ocupa una porción de la plaza la antigua Casa de Pesaje, donde los comerciantes de la ciudad acudían a pesar sus mercancías.

Entre todos esos edificios serpentean callejones con bares y terrazas donde perderse dentro de la propia plaza. Y, al salir de ellos, sigue la retahiíla de elementos destacables que dan contenido al lugar: cuatro fuentes –una en cada esquina de la plaza– dedicadas a Proserpina, Marte, Apolo y Neptuno; una picota donde antiguamente se ejecutaba a los reos, y hasta un monumento a los immigrantes que, durante el siglo XVIII, llegaron a Poznan desde Bamberg, en Alemania.


Y aunque no es raro en Polonia y en Centroeuropa que las plazas alojen edificios en su interior –sucede en Cracovia, en Pilsen o en Breslavia, por ejemplo– es tanta la profusión de elementos que hay en la de Poznan –la tercera plaza más grande de Polonia, por cierto– que hasta una maqueta sita en el lugar lo destaca y lo deja ver.
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Gremios, guerras, arenques… y muchos colores
Si algo más no falta en la plaza del Mercado Viejo de Poznan –tanto en su perímetro como en su isla interior– son fachadas bonitas y de todos los colores imaginables. Fachadas cuyo esplendor deriva del auge comercial de la ciudad en el medievo, y que llevó a la burguesía del lugar a competir por destacar –y, de paso, llevarse hoy las miradas del transeúnte–.

Amarillo pálido, terracota, granate, pistacho, malva, celeste, ocre, marfil, naranja, caqui… Podríamos dedicar párrafos a mencionar los colores con que uno se topa al darle una vuelta a la Stary Rynek. Y aunque Europa está llena de plazas coloridas, en pocas existe una variedad y un contraste tan notorios de tonos cálidos y fríos como en el Mercado Viejo de Poznan.
Colores que, tras la desolación que dejó en Polonia la Segunda Guerra Mundial, fueron redefinidos cuando, en los años 50, se reconstruyó casi toda la plaza. Y, de entre los edificios que resurgieron tras el horror bélico, destacan 15 casitas de colores que son la estrellas indiscutibles del Mercado Viejo de Poznan: las Casas de los Pescadores –o de los Mercaderes–.

Las fachadas de las Casas de los Pescadores dan para escudriñarlas y disfrutarlas durante horas. No existieron hasta el siglo XVI, cuando sustituyeron a los puestos de madera en los que se vendían desde arenques –de ahí su nombre– hasta velas, antorchas o cuero. Cuando fueron construidas, cada uno de los propietarios las decoraron con los colores y símbolos de sus familias y gremios –como el de los escribanos o el de los comerciantes–, lo que permitía a los compradores identificar lo que se vendía en sus soportales.


Las fachadas de las Casas de los Pescadores dan para mirarlas por horas.
Pierogi (las famosas empanadillas polacas), cerveza, pinturas, postales… Hoy, la oferta de productos que se vende en los zagauanes de las casas de los Pescadores se ha transformado tanto como lo ha hecho el mundo desde la Edad Media. No obstante, qué suerte –¡y que dure!– que la plaza del Mercado Viejo de Poznan continúe siendo tan cautivadora y estando tan repleta de curiosidades como entonces. ¿Verdad?
🎨🇵🇱 En la plaza del Mercado Viejo de #Poznan —la tercera más grande de #Polonia— hay una ciudad entera en su interior, fachadas de centenares de colores y mucha, mucha #historia | @singularia_blog
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🗺️📍🇵🇱 La plaza del Mercado Viejo de Poznan, Polonia 👇
📍 Mucha más información sobre Poznan y su plaza mayor en su página de turismo oficial. Y, sobre Polonia, en la web de su agencia nacional de turismo.
Imágenes propias y de dominio público (cuando no se indica lo contrario).
Este post va dedicado a Matylda y Alberto, guías estupendos de aquellos días por Poznan.