La Ópera de Oslo: un edificio que se mira, se toca y se trepa

Hay edificios artificialmente insertados en una ciudad a la que obvian, que quieren ser intocables y quedar eternamente ajenos al ritmo de la calle para, como mucho, recibir miradas. La Ópera de Oslo es todo —absolutamente todo— lo contrario: emerge del mar como una continuación arquitectónica de la naturaleza fría y escultural de Escandinavia, y está diseñada para que pueda recibir miradas, sí, pero, ante todo… tocarla y jugar con ella.

ópera de Oslo
Por la Ópera de Oslo se puede trepar.

Un edificio sobre el que vagar libremente

Porque en Noruega —como en Finlandia—, lejos del amor por el celo y las prohibiciones que profesamos por el sur de Europa, existe el derecho a vagar libremente por todos los terrenos y espacios, aunque sean privados. El llamado allemannsretten parte de una premisa preciosa: los ciudadanos serán respetuosos.

Y en la naturaleza nórdica, el derecho a vagar libremente y su premisa preciosa se basó el estudio arquitectónico Snøhetta a la hora de concebir la Ópera de Oslo.

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La Ópera de Oslo: un iceberg enorme que navega a la deriva. Foto de Vidar Nordli-Mathisen en Unsplash.

Como un iceberg inmenso que navega a la deriva buscando puerto, el edificio fue plantado en pleno fiordo de Oslo y anclado al frente marítimo de la ciudad con una idea clara: que se fusionara con la urbe y permitiera a osloenses y foráneos circular tanto alrededor como por encima de él, por sus cubiertas y rampas.

Un edificio para jugar con él

30.000 piezas de mármol tan blanco como liso, esculpidas una a una por Kristian Blystad, Kalle Grude y Jorunn Sannes, tienen la culpa de que el esqueleto de la Ópera de Oslo sea brillante, icónico y caminable.

Pero no solo para ser transitado sirve el esqueleto del edificio, sino también para ser usado como plaza, como punto de encuentro e incluso como parque infantil.

La Ópera de Oslo: una plaza trepable. Imagen de Arvid Malde en Unsplash.

Y, efectivamente, como mirador privilegiado de la capital de Noruega, porque está situado en un punto estratégico tan cercano a la la Estación Central o la Catedral del Salvador como enfrentado al archipiélago de Oslo. La silueta sinuosa del fiordo en el que se encuentra el edificio, que recorta un skyline urbano y natural a la vez, regala un atardecer heterogéneo y animado donde no paran de divisarse cruceros y gaviotas. Y la forma también sinuosa de las azoteas de la Ópera de Oslo, que parecen no dejar nunca de entrelazarse, te deja jugar con las luces y las vistas de la ciudad a tu voluntad mientras el crepúsculo se intensifica.

Gaviotas y cruceros, invitadas habituales en la Ópera de Oslo.

Cuando cae la noche, la luz del interior gana peso respecto a la de fuera. Y sí: también se puede vagar libremente por el vestíbulo de la Ópera de Oslo, y también vale la pena hacerlo. No es gratis, por desgracia, acceder al auditorio principal, que alberga una peculiaridad notable: la lámpara central está compuesta por leds que simulan, al encenderse, una luna llena.

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La lámpara/luna llena de la Ópera de Oslo. Imagen por DTankersley bajo licencia CC BY-SA 4.0

Se mira, se toca, se trepa y cambió un barrio

Ocho años (2000-2008) tardó en ser construida la Ópera de Oslo en un frente costero que, pese a su centralidad, estaba poblado por industrias, muelles y almacenes. Y si el edificio que nos ocupa es icónico por su belleza y su trepabilidad, también lo es porque significó el inicio de la recuperación del barrio de Bjørvika, donde hoy también destacan el nuevo Museo Munch o el proyecto Barcode —aún en construcción cuando visité la ciudad en 2011—.

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La Ópera de Oslo en 2011, con Bjørvika creciendo detrás.

Como te contaba, el fiordo de Oslo es sinuoso. Y eso es motivo de alegría si —como a uno—, te gusta deambular por cualquier trama urbana, porque a medida que recorras las bahías que lo conforman, verás como los ángulos de la Ópera de Oslo van mutando tanto como lo hace el barrio que lo acoge. Y en un país donde todo tiene precios prohibitivos, la oportunidad de disfrutar sin costo de una construcción tan agradecida por todos sus costados sabe el doble de bien. 🔴

Fotografías propias, cuando no se indica lo contrario.
Imagen de portada de Thor Edvardsen en Flick, bajo licencia CC BY NC-ND 2.0.

🇳🇴 La Ópera de Oslo

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Publicado por Sergio García i Rodríguez

Me llamo Sergio García Rodríguez y nací en 1990 en Canovelles, Barcelona. Soy un explorador compulsivo al que le encanta perderse investigando, leyendo y —sobre todo— escribiendo sobre (re)descubrimientos viajeros, la ‘cara B’ del mundo y sus curiosidades. Y para contagiar todo ese ímpetu eché a andar este blog, en 2019.

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